domingo, 27 de mayo de 2012

Entrada causada por la risa de un moreno de barba sin afeitar un segundo antes de morder una ciruela

Estoy un poco cansada del miedo a lo cursi, enfermedad que se encuentra muy extendida incluso entre las almas más sensibles que he tenido oportunidad de conocer. Yo no sé cómo nació el virus; pero de repente el color rosa era cursi, un prado lleno de flores era cursi, los versos de amor eran cursis... ¡la propia palabra amor era cursi!
A veces me dan ganas de gritarles a los anticursis, que son unas personas que arrugan la cara y miran hacia otro lado, que lo que ellos llaman cursi es mucho más auténtico que sus modernísimas imágenes de sangre, puñales, muerte, vertederos y venas rotas.

Tal vez lo cursi es algo que se ha gastado de tanto utilizarlo. A lo mejor los modernos de hoy son los cursis de mañana. Lo que no sé es qué va a pasarles a los cursis de hoy.

No quería dejarme llevar en exceso para no tener que apartar la vista y arrugar la cara otra vez que pase por el blog. [Dicen que el sentimentalismo es cursi.]

Sencillamente, a quien vuelva a decirme que Bécquer es cursi le parto la cara. Que no se espere un besito en la mejilla.